Si tuviera opinar sobre una virtud, me referiría a esta virtud: adaptarse a la exigencia, no desmoronarse, no quebrarse, persistir a pesar de la adversidad, enfrentar las dificultades sin pervertirse, pudiendo ser siempre el mismo, estar dispuesto a poner en riesgo lo que poseo, aceptar el reto, el desafío, el cambio, el ritmo, tolerar los picos de dolor, saber sufrir, volver a empezar aun cuando la interrupción se produce cerca del final, recobrar el estado original sin perder salud en la búsqueda de efectividad. No pueden quedar excluidos aquellos que no se convencieron: a aquellos que no se convencieron, hay que admitirles la diversidad, que es muy difícil, admitir que el otro no es como deseamos.
Cuando leo que Plinio el Viejo leía o hacía que le leyesen continuamente, en la mesa, en los viajes, en el baño, la pregunta que a mí me importuna es ésta: ¿Pero es que ese hombre tenía una carencia total de pensamientos propios que era preciso estar insuflándole sin interrupción pensamientos ajenos?
La inactividad sexual es peligrosa, produce cuernos.
La inactividad sólo apetece cuando tenemos demasiado que hacer.