Los conductores son solamente hombres, con todas las miserias, aun cuando con todas las virtudes de los demás hombres. Cuando un conductor cree que ha llegado a ser un enviado de Dios, comienza a perderse. Abusa de su autoridad y de su poder; no respeta a los hombres y desprecia al pueblo. Allí comienza a firmar su sentencia de muerte.
Si Dios amaba a la humanidad, que no hubiera enviado igualmente otras revelaciones a otros pueblos
Cada canción es como una hoja de ruta sobre lo que esa relación representaba, con pequeños marcadores que tal vez no todo el mundo sabrá, sin embargo hay cosas que eran pequeños matices de la relación, pequeños indicios. Y cada canción es así. Todo el mundo lo sabrá, así que realmente no tengo que enviar mensajes de correo electrónico en este caso.
Como con los sellos de correo sucede con los besos que los hay los que pegan y los que no pegan.
Yo proclamo que la fuerza que impide que el mercurio se caiga es externa y que esa fuerza proviene de fuera del tubo. Sobre la superficie del mercurio que permanece en la cubeta descansa el peso de una columna de cincuenta millas de aire...
Miré un poco, y tan ágil y libre me sentía como si, abanicándome, las alas de mercurio hubiesen en mis pies retozado: era leve mi corazón, y muchas delicias de mis ojos me estremecían.
La más segura señal de una naturaleza inferior es querer no parecer sorprendido de nada.
Los disparos produjeron un eco áspero y resonante en el estrecho espacio que había entre las paredes de ladrillo. Terry extendió el brazo, puso la pistola a la altura de los ojos (la Tokarev rusa, que era grande y pesada y parecía un Colt 45 antiguo) e hizo con ella la señal de la cruz sobre los muertos.
Estaréis en vuestra casa mirando la televisión y de pronto aparecerá un anuncio en la pantalla y una voz dirá, ¡Comed las chocolatinas de wonka! ¡Son las mejores del mundo! ¡Si no lo creéis, probad una ahora mismo...! ¡Y lo único que tendréis que hacer es alargar la mano y cogerla! ¿Qué os parece, eh?
La casa, dios mío, rodeada de petreles sobre el acantilado y los vapores del océano, de portones batidos por el viento y cortinas en pedazos, con el anuncio hotel central en semicírculo en la fachada y los tres de la policía secreta, siempre de negro, con el brazo en alto al modo nazi, que bebían, en la salita de estar, la malta de la mañana.
Eres el portador de cosas incondicionales. Sostuviste tu aliento y la puerta por mí. Gracias por tu paciencia. (Head Over Feet - 1995).
¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué estoy haciendo yo? Subastando en el mercado, besos tan improvisados, con despecho al portador ¿Qué estás haciendo tú? ¿Qué estoy haciendo yo? Malgastando en cualquier cama lo que se nos dé la gana, para vengarnos de los dos