Me regañaban mis tíos porque les robaba la guitarra porque siempre estaba detrás de ella, hasta que un día un señor que se llama Diego Quintero, me puso una en las manos y me enseñó a tocarla.
¡Qué raro! Tengo tantos deseos de hacer un trabajo nuevo y no me sale nada. En vano la guitarra en mi mano, mi lápiz se mueve sin ningún entusiasmo.