Lo que hacía al matrimonio algo tan difícil en ese entonces era, una vez más, el instigador de tantos otros abrumadores dolores: el exceso de tamaño del cerebro.
La defensa se convierte en agresión, el derecho en crimen, desde que el tamaño del mal hecho por la necesidad de la defensa excede del tamaño del mal hecho por vía de agresión no provocada.