Nada hay tan difícil como la franqueza, ni nada tan fácil como la adulación. La adulación es agradable, y todos la escuchan con cierta delectación, con una delectación grosera quizá, pero delectación al fin
El gusto por la adulación se debe, en la mayoría de los hombres, a la pobre opinión que tiene de sí mismos; con las mujeres ocurre al contrario.
Una capital, por el contrario, se abre a las mercancías, a las ideas, a los emigrantes, da publicidad a sus últimos caprichos. La provincia detestaba semejante obscenidad. Ese pretendido lustre le parecía una baratija se tomaba tiempo para asimilar lo que venía de fuera
Sacar lustre a la política quizá nos exija no imitar a los predicadores de utopías imposibles y dedicarnos, más a que dar vueltas a cual sea el ideal de justicia perfecta, a resolver injusticias concretas. Necesitamos fiarnos de los ingenieros de la eficacia antes que de los profetas del dogma.