El proletariado no está dispuesto a combatir en una guerra de agresión y conquista tras la cual él simplemente seguirá igual de pobre y explotado que antes.
Podemos comparar la sociedad con una hoguera cerca de la cual se calienta la persona prudente, pero a la debida distancia y sin meter las manos en ella, como hace el necio. Éste, tras haberse quemado, huye al frío de la soledad y se lamenta de que el fuego queme.