Para quienes no la han experimentado es buena la guerra.
No hay ventura ni desgracia en el mundo, sino la comparación de un estado con otro, he ahí todo. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida.
Cualquiera que ha sido acostumbrado a cuidar de la vida de cualquier criatura viviente tiene una chance insignificante de arribar a la idea de que la vida humana es despreciable.
El suicidio más acostumbrado en nuestro tiempo consiste en pegarse un balazo en el alma.
El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico.
El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse.
Era un barco de antigua escuela, más bien pequeño si acaso, todo él con un anticuado aire de patas de garra. curtido y atezado por el clima, entre los ciclones y las calmas de los cuatro océanos...
Cuando pasó lo de las filtraciones, yo fui el más beneficiado, porque lo noté en el contacto con la gente, la gente valoraba aquella expresión mía después de una derrota, y yo sabía que esa expresión se correspondía a la intimidad, y que estaba obteniendo un reconocimiento por algo que jamás debió hacerse público, y eso es carne envenenada. Puede satisfacerte en lo inmediato, pero cualquier hombre con experiencia sabe que aquello es inmerecido, que es un robo, que uno se apodera de algo que no merece, después el destino lo pone en orden.
Si están buscando a alguien con experiencia y buena velocidad en las carreras, yo les he dado más de un 100 por ciento
Ninguna Nación que lo sea realmente, puede prescindir de su brazo armado, como celoso y aguerrido defensor de la soberanía territorial, en todas sus acepciones. Sin él, la República pierde una condición prioritaria para la vigencia del Estado Nacional: la de garantizar el monopolio del uso de la fuerza dentro de la sociedad.
No se entrará en batalla con un hombre aguerrido y terrible, sino que ganará tiempo, porque este es el que marchita el vigor de la tiranía