Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo.
Medirá unos 16 centímetros, y es como un colgajo que desciende hasta más abajo del mentón. Es de grosor parejo desde el comienzo al fin; en una palabra, una cosa larga, con aspecto de embutido, le cae desde el centro de la cara.
Habla suave y lleva un grueso bastón.
Hay un gran árbol; su tronco es tan grueso que sería muy difícil cortarlo. Ahí sigue al borde del camino. Los carpinteros que pasan por allí ni se dignan mirarle, pero muchos viajeros se cobijan bajo su enorme sombra. Así es el Sabio: de tan grande deviene en inútil, pero muchos se cobijan bajo sus palabras. ¿Por qué, entonces, va a ser perjudicial y malo no servir para nada?
Quien nos reduce a sombras en la sala de juego es una sombra él mismo menos libre que otras, una condensación de absurdos personajes algo como el horror de un álbum de familia.
El Teatro de la Crueldad ha sido creado para restablecer en el teatro una concepción de la vida apasionada y convulsiva, y es en este sentido de rigor violento y condensación extrema de elementos escénicos que debe entenderse la crueldad en la cual están basados.
Cuanto más confiemos en seguir la fuerza vital, más sana y vital se volverá nuestro cuerpo y nuestra mente. Viviendo como un canal para la energía del universo, uno puede volverse más vivo, hermoso y lleno de energía con los años, en lugar de lo contrario.
Un galeno inglés inventó un lente con el cual se puede ver el aura, la irradiación del cuerpo astral. Pronto habrá lentes con los cuales se podrá ver la cuarta dimensión Con esos lentes veremos los monstruos, y las larvas que obsesionan la mente de los delincuentes.
Leí a Tiutschev, y, por primera vez en mi vida, escribí versos, ya no en forma esporádica sino a menudo y sistemáticamente, tal como se pinta o se compone música. Fue en la espesura de ese árbol donde, durante los dos o tres meses de verano, escribí los versos de mi primer libro.