Estos paisajes de agua y la reflexión se han convertido en una obsesión
Teme la libertad, aún cuando hable de ella. Le gustan las fórmulas generales, las prescripciones, que sigue como si fuesen opciones suyas. Es un dirigido. No se dirige a sí mismo. Pierde la dirección del amor. Perjudica su poder creador. Es objeto y no sujeto. Y para superar la masificación debe hacer, aunque no sea más que una sola vez, una reflexión sobre su propia condición de masificado.
Olviden a los politicos, los politicos solo son puestos en esa posición para darles la ilusión de que tienen la libertad de escoger, pero no la tienen, tienen dueños, ellos son sus dueños.
El rol de la televisión es aquel de dar la ilusión de compañía: ruido. Lo llamo la quinta pared y la segunda ventana: la ventana de la ilusión.
Está en el sentido de la obra de arte, en la apariencia estética, ser aquello en lo que se convirtió, en la magia del primitivo, el acontecimiento nuevo, terrible: la aparición del todo en lo particular.
Nunca corría riesgos: por eso le iban tan bien las cosas. Todo lo que entraba en nuestra cocina con una apariencia era transformado en algo completamente distinto. Y aunque entraba por la fachada -por la tienda, en Lant Street-, también salía por otro sitio. Salía por la parte trasera.
El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos...Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable.
Los reyes no nacen: son creados por la alucinación universal.