Cuando todos gritan, Névolo, sólo entonces hablas y te crees un defensor y un abogado. De esta forma cualquiera es elocuente. Mira, ahora están todos callados. Névolo, di tu algo.
Me han enseñado a creer que el Dios de los cristianos no era este servidor cobarde y ambiguo de la gente, sino el creador y defensor sin piedad de la verdad. Se conoce que esto me ha echado a perder. ¡Siempre he tomado a mis maestros tan en serio!