En la palabra habitan otros ruidos, como el mudo instrumento está sonoro y a la avaricia congelada en oro aún enciende el ardor de los sentidos.
La tierra es un bien irremplazable, un fluido feliz, un toque absorto. Como una tentación sin precedentes hecha a la vez de ardor y de renuncia. Una inmersión gustosa, un filtro lento.