Hay días en que me invade un sentimiento más negro que la más negra melancolía — el desprecio a los hombres. Y para no dejar ninguna duda sobre qué es lo que yo desprecio, sobre quién es el que yo desprecio: es el hombre de hoy, el hombre del que yo soy fatalmente contemporáneo.
Si no se respeta lo sagrado, no se tiene nada en que fijar la conducta.
La novedad estriba en que el actuar (que supera la frontera del trabajo) se presenta hoy como un valor superior, como si, por no actuar, un individuo se extenuara y desapareciera. Por eso los soñadores, los que contemplan o rezan, los que aman silenciosamente o se contentan con el placer de existir, molestan y son estigmatizados
Los momentos más felices que mi corazón conoce son aquellos en que derrama su afecto sobre unas cuantas personas estimadas.