Lo único en lo que tenemos que creer es en nuestros sentidos, herramientas que utilizamos para percibir el mundo: vista, tacto, memoria. Si nos mienten, no podemos confiar en nada. Aunque no creamos, no podemos viajar en otra dirección que no sea la que nos marcan nuestros sentidos y debemos llegar hasta el final.
El poeta verdadero es el que tiene la facultad de ver lo invisible en lo visible y de percibir el corazón sagrado de la carne y de las cosas.
Parece como si la naturaleza, que tan sabiamente dispuso los órganos de nuestro cuerpo para hacernos felices, hubiera querido darnos también el orgullo para evitarnos el dolor de conocer nuestras imperfecciones.
Ningún ser humano está hecho para conocer la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad.