La religión es el hada buena de la infancia, ese crepúsculo matinal de la vida. Ella encanta el cerebro y el corazón de los niños y puebla de dulces y tiernos recuerdos el espacio azul de los primeros días.
El crepúsculo nos ha seguido desde Seattle, y el cielo está bañado de ópalo, rosas y aguamarinas entretejidos juntos como solo la madre naturaleza sabe hacer.