La vocación de un escritor que es filósofo consiste, en resumidas cuentas, en contribuir al insomnio general. Y si estamos de acuerdo con ello, me parece que algo hice al respecto. Estoy ayudando a que no abunde el sueño. Quizá porque yo mismo soy un desvelado y no podría ser de otra manera.
Cuando el claro día llama a mis cristales, desvelado me encuentra en la sombra trazando tu imagen.
Tú crees en un vago y quimérico Dios, o en un santo especial, y, para curar males, en alguna oración. Más yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti.
En tu espada de hierro vivo y como mariposa de tu hechizo palpitante al fuego vuelo.
Al cumplir los setenta años me he puesto la siguiente regla de vida: no fumar mientras duermo, no dejar de fumar mientras estoy despierto y no fumar más de un sólo cigarro a la vez.
En ocasiones sueño que vuelvo a ser un niño, y un helado escalofrío me recorre la espalda, se me acelera el corazón, grito en medio del sueño, me despierto bañado por un sudor angustioso.
Hase advertido desde hace mucho tiempo que los jurados se mostraban implacables contra el ladrón e indulgentes con el infanticida. Es cuestión de intereses: el jurado teme que le roben, pero ha pasado ya la edad en que podía ser víctima del infanticidio.
Cada lector se encuentra a sí mismo. El trabajo del escritor es simplemente una clase de instrumento óptico que permite al lector discernir sobre algo propio que, sin el libro, quizá nunca hubiese advertido
La ágil caricia de tus sedas era como una primavera perfumada...
El mundo no envejece, se renueva, se hace más puro, más ágil y sincero, y el porvenir es siempre joven.
Allí, oculta a los ojos extraños, han despejado la soleada falda de un monte, de cara al mediodía, y en ella crecen vides dispuestas en ordenadas hileras. Al recordar la belleza de aquel lugar se le parte el corazón. Hombres, mujeres y niños se desplazan lentamente por el viñedo, con los cinco sentidos puestos en el cuidado de las cepas.