Actualmente, poner en marcha el motor de un automóvil consiste sólo en dos cosas: girar una llave y tirar del botón del aire. El resto funciona automáticamente. El proceso seguido en aquellos días era más complicado y requería no sólo una buena memoria, un brazo fuerte, un carácter angelical y una fe ciega, sino también cierta dosis de magia.
A los propios campesinos les corresponde tirar los ídolos y derribar los templos de las vírgenes mártires y los pórticos conmemorativos en honor de las viudas castas y fieles; es erróneo que otros lo hagan por ellos.