Tiendo más, por naturaleza, al ocio y a la meditación que al trabajo, pero de cuando en cuando, los problemas económicos me obligan – pues la meditación proporciona tan pocos ingresos como el ocio – a aceptar lo que se llama un empleo.
Cada uno de nosotros tiene un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre.