De modo que por fin había sucedido: estaba a punto de convertirme en ladrón, en un afanador de leche de tres al cuarto. En esto se había transformado el genio de genio pasajero, el cuentista de un solo cuento: en ladrón.
El que nace con la vocación de cuentista trae al mundo un don que está en la obligación de poner al servicio de la sociedad.