Por el cosquilleo de mis pulgares, algo maligno viene hacia mi.
Yo fui también, antaño, un columpiador de árboles; muy a menudo sueño en que volveré a serlo, cuando me hallo cansado de mis meditaciones, y la vida parece un bosque sin caminos donde, al vagar por él, sentirnos en la cara ardiente el cosquilleo de rotas telarañas, y un ojo lagrimea a causa de una brizna, y quisiera alejarme de la tierra algún tiempo, para luego volver y empezar otra vez.
El pavor que me causaba su solo contacto y me helaba la sangre en los primeros días, se esfumó. Empezaba ya a sentir vagos deseos...Un débil despertar se iniciaba, y sentía un hormigueo que subía por mis venas y recorría todo mi cuerpo, estremeciéndome y haciéndome enrojecer cuando ella me acariciaba, acunándome entre sus brazos, o cuando me declaraba, apasionadamente, su amor.