La fe es un oasis en el corazón, que nunca será alcanzado por la caravana del pensamiento.
El tren de carga me enseñó cómo gritar. El grito del conductor fue mi canción de cuna. Tengo el blues del tren de carga. Oh Dios nena, lo tengo hasta el fondo de mis zapatos de errante.
Como sabía que tomaría el tren equivocado, salí más temprano.
Mas la conciencia me asegura, es buena escolta que hace al hombre franco bajo el amparo de saberse pura