La propiedad fue la chispa que prendió fuego a la revolución. El gobierno tenía necesidad de dinero. Tenía que mostrar que era absoluto, y por consiguiente, dueño de toda propiedad; tenía que apropiarse de su dinero, que estaba a disposición pero no era propiedad de sus súbditos.
Era amor puro, sin posesión ni celos; nadie consigue atar a un trueno, nadie consigue apropiarse de los cielos del otro en el momento del abandono.
En su 137o aniversario, con Maceo decimos: quien intente apoderarse de Cuba recogerá el polvo de su tierra anegado en sangre, si no perece en la contienda.
Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad.
..., cuando un hombre, por causa de su aspereza natural, pretende retener lo que, siendo superfluo para él, es necesario para los demás, y, debido a la terquedad de sus pasiones, no puede corregirse, habrá de ser expulsado de la sociedad por constituir un peligro para ella.
La mejor manera de retener a los clientes es pensar todo el tiempo en cómo darles más por menos.