Una idea errónea que se arraiga en el corazón humano, es como una mancha de aceite; tarde o difícilmente se borra.
Tienes que vivir para poder seguir alimentándote, para poder seguir escribiendo. Si te quedas en tu casa, difícilmente vas a encontrar inspiración. Tienes que seguir vibrando, tienes que salir a la calle, tienes que ver a la gente, tienes que compartir.
Si ninguno pudiera intercambiar, si todo hombre estuviera forzado a ser completamente autosuficiente, es obvio que la mayoría de nosotros se moriría de hambre, y el resto escasamente podría mantenerse en vida. El intercambio es la sangre vital, no sólo de nuestra economía, sino de la civilización misma.
Y aunque se reconozca el peso y la autoridad real de la virtud y del honor en las multitudes y en los partidos, nunca se espera encontrar el absoluto desintersado que tantas veces finge. Rara vez se espera encontrarlo en los dirigentes, muy escasamente incluso en individuos de cualquier rango y posición.