El espectador se ha convertido en protagonista hasta el punto de que es imposible decir si la obra de arte se crea cuando sale de las manos del autor o cuando entra en la cabeza del espectador.
La cámara en movimiento combina y mezcla las aprehensiones fragmentarias y plurifocales. Indaga, revolotea por todas partes, y el ojo del espectador reconstruye y condensa.
El auténtico observador contempla tranquila y despreocupadamente los nuevos tiempos revolucionarios
¿No es razonar de la misma manera concluir que un objeto no comporta ni extensión ni forma porque a los ojos de un observador parezca pequeño, liso o redondo, y a los ojos de otro observador y en el mismo momento parezca grande, rugoso y anguloso?