El escultor no hace más que llamar, con el cincel y a golpe de martillo, a los guerreros que duermen en las espesuras del mármol.
Tal vez a ti y a mí dar larga vida puedo con el cincel o los colores, adunando mi amor y tu semblante. Y mil años después de la partida, se verán tus hechizos vencedores, y cuánta razón tuve en ser tu amante.
Como le iba diciendo, soy dentista, y su amiga tiene los dientes más afilados que he visto en mi vida; largos, afilados, puntiagudos como una lanza, como un alfiler. Sí, los he visto perfectamente: son unos dientes peligrosos. Yo entiendo de estas cosas, y aquí estoy con mi lima, mi punzón y mis pinzas. Se los dejaré redondeados y bonitos.
La pluma es tan herramienta como el azadón, el escoplo o el badilejo; y si el obrero gasta la fuerza del músculo, el escritor consume la energía del cerebro.