Fue un día maravilloso; caminó hasta tan lejos que al volver a la villa la luna muy alta iluminaba el lago con sombras púrpuras y plateadas. Como el espectáculo era grandioso no entró a la villa, sino que atrajo una silla hasta el borde del agua para respirar el perfume de la noche. Se quedó dormido.
El piróscafo me lleva hasta la villa donde impera Chevallier, y como criollo, hoy parto a conquistar a ese país bacán y copero, con nuestro gotán porteño.