No puedo persuadirme de que un Dios benevolente y omnipotente hubiera creado intencionadamente los icneumónidos con la intención expresa de que se alimentasen de los cuerpos vivos de orugas, o de que un gato jugase con ratones...
Aquel que no odia nada de lo que vive y vive benevolente y compasivo, exento de egoísmos y arrogancias, inconmovible ante el bien y el mal, a ése bien lo amo.