En verdad te digo, no era una carta, sino un jardín de rosas adornado con jacintos y flores. Contenía la dulce fragancia del paraíso, y el céfiro del Amor Divino emanó de sus floridas palabras.
Demonios y maravillas, viento y mareas. A lo lejos ya el mar se ha retirado. Y tú, como un alga dulcemente acariciada por el viento, en las arenas del viento te agitas entre sueños.
Me parece que lo más grande en este mundo no es tanto dónde estamos, sino en qué dirección avanzamos: para llegar al puerto del cielo, nosotros debemos navegar a veces con el viento y a veces contra él, pero debemos navegar y no a la deriva, ni siquiera quedarnos anclados
Cuando un hombre está en el poder, necesita el consejo, el apoyo, el cariño y el aliento de sus gobernados, que han de ser sus amigos, no sus vasallos; pero si ese hombre se olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, ¡si no por la razón, por la fuerza!
La piedad de los dioses, si existe, es para nosotros indescifrable o nos llega con el último aliento de vida. Nada se puede hacer para librarnos de su arbitraria tutela.
El paso que había dado era, pues, decididamente a favor de lo peor que había en mí.
Poco importa que seamos sólidos o espectrales. Igual da. Venecia toda es un fantasma. No expide visas de entrada a favor de otros fantasmas. Nadie los reconocería por tales aquí. Y así, dejarían de serlo. Ningún fantasma se expone a tanto.
No creían en la felicidad. De más está decir que una esperanza posiblemente hubiera transformado a estas almas, pero la esperanza requiere cierta amplitud de sentimientos, incompatible con la total aceptación del fracaso que revelaban.
La existencia del superhombre comienza y concluye en el amor a nuestro destino, aceptación de uno mismo, convertido este destino en libertad por aceptación del propio destino.