Es la valía personal moneda que tenemos que acuñar nosotros mismos pues recibe cada cual la estimación que a si mismo se concede.
Después de cortejar a todas las mujeres que se me cruzaron obtuve los siguientes resultados: el 30% ha decidido ignorarme, el resto, ha decidido imitarlas
La gente cree que los cincuentones hacemos cosas súbitas y sorpresivas para ahuyentar al fantasma de la vejez: comprar motocicletas para devorar carreteras, divorciarse inopinadamente y cortejar jovencitas de 18 años, iniciarse en el camino de los placeres homosexuales, consumir alcaloides como músico de heavy metal, tirarse al abismo del trago consuetudinario.
Hoy en día es muy peligroso para un marido galantear a su mujer en público. Hace pensar siempre a la gente que le pega cuando están a solas.
El narrador de mis libros es el hombre corriente. El grano de arena en la Historia. Aquel a quien nunca se pregunta, ese que desaparece sin dejar rastro, llevándose sus secretos a la tumba. Hablo de aquellos que no tienen voz. Los oigo, los escucho, los comprendo. La calle es para mí un coro, una sinfonía. Es infinitamente triste cómo todo se puede decir, susurrar y gritar en la nada.
Aspiro morir entre la penumbra de oro de una tarde, escuchando el musitar opaco y tenue de la lluvia...
La gente cree que los cincuentones hacemos cosas súbitas y sorpresivas para ahuyentar al fantasma de la vejez: comprar motocicletas para devorar carreteras, divorciarse inopinadamente y cortejar jovencitas de 18 años, iniciarse en el camino de los placeres homosexuales, consumir alcaloides como músico de heavy metal, tirarse al abismo del trago consuetudinario.
Después de cortejar a todas las mujeres que se me cruzaron obtuve los siguientes resultados: el 30% ha decidido ignorarme, el resto, ha decidido imitarlas
Hoy en día es muy peligroso para un marido galantear a su mujer en público. Hace pensar siempre a la gente que le pega cuando están a solas.
El narrador de mis libros es el hombre corriente. El grano de arena en la Historia. Aquel a quien nunca se pregunta, ese que desaparece sin dejar rastro, llevándose sus secretos a la tumba. Hablo de aquellos que no tienen voz. Los oigo, los escucho, los comprendo. La calle es para mí un coro, una sinfonía. Es infinitamente triste cómo todo se puede decir, susurrar y gritar en la nada.
Aspiro morir entre la penumbra de oro de una tarde, escuchando el musitar opaco y tenue de la lluvia...
Es la valía personal moneda que tenemos que acuñar nosotros mismos pues recibe cada cual la estimación que a si mismo se concede.