En realidad nada más habría que decir, salvo por qué. Pero, dado que el porqué es difícil de manejar, será mejor refugiarse en el cómo.
Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no le apartéis de vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en desiertos y cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestra insidias; miradlo como a dioses terrenales, merecedores de estatuas y simulacros