Para comprender, me destruí. Comprender es olvidarse de amar. No conozco nada más al mismo tiempo falso y significativo que aquel dicho de Leonardo da Vinci de que no se puede amar u odiar una cosa sino después de haberla comprendido.
Las órdenes y las costumbres tienen una cosa en común: parece que vienen de fuera que se te imponen sin pedirte permiso. En cambio, los caprichos te salen de dentro.
Las divisiones de la relación social existen de veras, son reales, él no las niega y escucha con confianza a todos los que (muy numerosos) hablan de ellas; pero para él, y sin duda porque fetichiza un tanto el lenguaje, estas divisiones reales quedan absorbidas por su forma interlocutiva: es la interlocución lo que está dividido, alienado: vive así toda la relación social en términos de lenguaje.
Y pasó el hombre sigilosamente, con un poco de asco, mirando a diestra y siniestra, como una reina anciana que visita un hospital. Parecía un tanto avergonzado del espectáculo: de aquellos cajones grises, blancos o negros, que tanto asustan a los hombres, y de aquella luz amarilla y sucia que daba al local cierto aspecto de taberna.
Porque no mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente
Es preciso una pizca de candomblé para poder gobernar y entender ese inmenso Brasil
Me gusta el ballet. Es teatro (...) Hice una especie de ballet simulado y sabía que por entonces introducir una pizca de ballet en el rock'n'roll era algo intolerable. (...) Pero pensé: 'Cantaré mis canciones con un tutú puesto, no me importa'; porque, básicamente, era una manera de indignar y escandalizar.
La mortal repetición de palabras favoritas hasta que a uno le hacen gritar de impaciencia. Y las palabras favoritas son siempre pequeñas palabritas a medias arcaicas como jejuney umbrage y vouchsafe, ninguna de las cuales la persona de educación media podría siquiera definir correctamente.
Los que se pasan la vida haciendo revoluciones a medias no hacen más que cavarse una tumba.
Las divisiones de la relación social existen de veras, son reales, él no las niega y escucha con confianza a todos los que (muy numerosos) hablan de ellas; pero para él, y sin duda porque fetichiza un tanto el lenguaje, estas divisiones reales quedan absorbidas por su forma interlocutiva: es la interlocución lo que está dividido, alienado: vive así toda la relación social en términos de lenguaje.
El actor ideal no debe tener alma, porque tiene que recibir el alma de los demás. Y esta carencia de alma es una de las razones por las que la profesión de actor siempre ha resultado un tanto sospechosa a la autoridad oficial
Todo hombre genial es en cierta medida hombre, mujer y niño al mismo tiempo.
El misántropo es hombre; por lo tanto, el humanista ha de ser en cierta medida misántropo. Pero es un misántropo científico, que ha sabido dosificar su odio, que odia primero a los hombres para poder amarlos después
¿Quién es el que dice: El caso es que yo tengo tan poco sentido común? Y es que cada cual ha de juzgar el sentido común de los otros por el suyo propio, con una falta de sentido endocrítico que bien requiere un rato de meditación de cada uno para consigo mismo.
La vida es como una rueda del parque: un rato baja a la tristeza y otro baja a la alegría.
No es el muerto quien provoca el estupor es la sorpresa de ver cómo olvidamos su propia muerte, nuestro gran dolor
La vida es como el teatro, unos pocos son actores y la mayoría son espectadores que juzgan y critican a los que viven
No importa cuán exótica se vuelva la civilización humana, no importa el desarrollo de la vida y la sociedad ni la complejidad de las relaciones máquina - hombre; sea como sea, siempre se producen interludios de solitario poder durante los cuales el curso de la humanidad, el auténtico futuro de la humanidad, depende de las acciones relativamente simples de una sola individualidad.
En todos los tiempos, y probablemente en todas las culturas, la sexualidad ha sido integrada a un sistema de coacción; pero sólo en la nuestra, y desde fecha relativamente reciente, ha sido repartida de manera así de rigurosa entre la Razón y la Sinrazón, y, bien pronto, por vía de consecuencia y de degradación, entre la salud y la enfermedad, entre lo normal y lo anormal.