El público utiliza los clásicos de un país como un medio de contrarrestar el progreso del arte. Rebajan las obras clásicas a las categorías de autoridades. Las emplean a manera de garrotes para impedir la libre expresión de la belleza en nuevas formas.
Algunos clientes y arquitectos aún se encuentran, en cuanto a manera de pensar y sentir se refiere, en el siglo XV; sólo unos pocos se encuentran de verdad en el siglo XX. Una correspondencia entre la sensibilidad del cliente y la del arquitecto contribuirá a un feliz resultado.