El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.
El Amor...Por su ubicuidad, su fogosidad y el espectro innumerable de sus formas, esta extraña potencia ha intrigado y fascinado desde siempre a los maestros del pensamiento humano.